Muchas veces me pregunto el poeta y la poesía aún sigue provocando la catarsis que de ellas se espera en una sociedad cada vez más ensimismada, más primerista y con menos humanidad. Y es que ser poeta en la actualidad requiere además del desgaste físico, intelectual y social un tipo de exhibicionismo o bien colgar del poema millones de lucecitas de colores para que este pueda ser por lo menos leído una sola vez. Es así, el poeta ha tenido que recurrir a exponer más que sus ideas, ha expuesto su honorabilidad, su intimidad, su visión de la vida a cambio de una vista en internet o simple y llamo me gusta en las redes sociales. Sin embargo las razones del poeta prevalecen aún en tiempos donde nadie escucha a nadie. La palabra se vuelve ahora en un instrumento interesante el cual señala, dice, empuja, invita, asocia, y hace reflexionar ante las atrocidades cometidas por el hombre y sus arrebatos de superioridad.
La palabra se vuelve esencial, u más aún, debe ser un arma, un motor que genera pensamiento y acción. Esa palabra sutil pero directa, suave pero penetrante, ligera pero certera y verdadera. Una palabra que nos incite a conocernos y conocer al otro que vive en nosotros. Que nos lleve hacia afuera a conocer nuestra armadura y de vuelta llena de aires nuevos y juveniles. Ese viaje, a veces excitante, otras veces amargo, lo realizó de una manera aparentemente sencilla, llena de energía y sorpresas para el lector Orlando Callejas en su Libro titulado Un viaje hacia afuera.
Lo he leído, le he comentado, lo he analizado y cada vez que pienso en su mensaje más me interno en preguntas íntimas, creo que allí radica su valor. Un valor que si bien no recibirá muchas ganancias monetarias, tendrá un recibimiento cálido en la juventud de esta y otras épocas.
Francisco Anleu Ortega.
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