Recuerdo que, hace más de un par de décadas, a cierta hora, la radio y la televisión tenían un límite; es decir, la programación tenía un horario establecido y momentos de descanso. Cuando esto sucedía, no había nada qué escuchar o ver y simplemente se reproducía por los altavoces un ruido rasposo, continuo, penetrante, hipnotizante. Se sentía como el entumecimiento de una de las extremidades del cuerpo.
A eso se le llamaba ‘ruido blanco’. Era una pausa, un fin o un principio, algo así como la poesía que se encuentra en las páginas de este libro de Sebastián Darío Abdala; ritmos nostálgicos que transportan el alma hacia los cinco puntos cardinales del corazón del propio autor con la espiral que forman sus versos.
El texto, editado por 'Libros Indie', es una propuesta sugestiva que busca demostrar con su maquetación y diseño cómo es el universo del autor y unirlo, metafóricamente hablando, al sentimiento que se descarga en cada palabra leída. Así que no vaya a asombrarte la falta de mayúsculas y de varios signos de puntuación. Entre otros.
Las estrofas no están rimadas, fueron escritas con métrica libre y no persiguen ninguna otra ley de la poesía más que la de ser catarsis de lo que se lleva por dentro.
Superadas las 150 páginas, el lector, se quedará con la sensación de comprender aún más los sentimientos y emociones del autor, analizará lo que hay en su vida y detendrá algunos minutos de su rutina para ver a través de esa cortina de la costumbre, porque también encuentra en sí mismo ese dolor que deja vivir la vida.
A eso se le llamaba ‘ruido blanco’. Era una pausa, un fin o un principio, algo así como la poesía que se encuentra en las páginas de este libro de Sebastián Darío Abdala; ritmos nostálgicos que transportan el alma hacia los cinco puntos cardinales del corazón del propio autor con la espiral que forman sus versos.
El texto, editado por 'Libros Indie', es una propuesta sugestiva que busca demostrar con su maquetación y diseño cómo es el universo del autor y unirlo, metafóricamente hablando, al sentimiento que se descarga en cada palabra leída. Así que no vaya a asombrarte la falta de mayúsculas y de varios signos de puntuación. Entre otros.
Las estrofas no están rimadas, fueron escritas con métrica libre y no persiguen ninguna otra ley de la poesía más que la de ser catarsis de lo que se lleva por dentro.
Superadas las 150 páginas, el lector, se quedará con la sensación de comprender aún más los sentimientos y emociones del autor, analizará lo que hay en su vida y detendrá algunos minutos de su rutina para ver a través de esa cortina de la costumbre, porque también encuentra en sí mismo ese dolor que deja vivir la vida.
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